Repartido entre los estados de Wyoming, Montana e Idaho, el gran Parque Nacional de Yellowstone es la casa de osos pardos, lobos, bisontes y alces, entre otros animales salvajes. Sus más de 8.983 km2 albergan también el Gran Cañón de Yellowstone y una impresionante colección de géiseres y fuentes termales. Considerado el parque nacional más antiguo del mundo, su variada fauna y estos fenómenos geotérmicos lo convierten en una joya desde el punto de vista medioambiental.
Por eso el incendio que sufrió en 1988 desató una gran alarma. En realidad fueron varios los incendios que abrasaron más de medio millón de hectáreas. La magnitud de las llamas fue tal que todos los recursos desplegados por el Gobierno de EEUU resultaron insuficientes. El fuego no se extinguió hasta tres meses después, cuando llegaron el frío y las lluvias.
Lo sucedido marcó un punto de inflexión en el ámbito académico, concretamente en la denominada ‘ecología del fuego’. Estos términos, aparentemente contradictorios, tienen más en común de lo que puede parecer a simple vista. El incendio generó muchos estudios acerca de las causas y las consecuencias del fuego sobre la flora y la fauna del parque. Una década después se repasó toda esa literatura y llegaron las sorpresas: la comunidad científica concluyó que casi toda la biodiversidad se había recuperado, encontrándose a niveles similares a los de antes de 1988.
A partir de las investigaciones, se observó, por ejemplo, que incendios parecidos habían ocurrido en el pasado, solo que con frecuencias bajas, aproximadamente cada 200 o 300 años. Conclusión: los incendios no eran necesariamente perjudiciales para la biodiversidad.
Pensemos en lo que sucede con la lluvia: “Existe un régimen de lluvias, con diferentes frecuencias e intensidades, que es bueno para el ecosistema. Si te sales de ese régimen y se producen lluvias torrenciales o sequía, se convierte en negativo. A los fuegos les pasa un poco lo mismo”, explica el biólogo del CSIC Juli G. Pausas. Hay regímenes naturales de incendios que no son negativos para la naturaleza y la biodiversidad; “pero si te pasas porque quemas demasiado o porque quemas demasiado poco, sí pueden ser malos”.
La clave, por tanto, estaría en la frecuencia y la intensidad de las llamas. Y aquí entra en escena el factor humano. Aunque desde el punto de vista ecológico el fuego constituye un disturbio -reduce la biomasa y causa la muerte de plantas y animales-, lo esencial es que nosotros hemos alterado el régimen natural de incendios en el planeta. Directamente, por ejemplo al usar el fuego para preparar el terreno agrícola, o al generar incendios deliberados; o indirectamente, introduciendo especies exóticas en los ecosistemas que pueden aumentar o disminuir la frecuencia e intensidad natural de los incendios.
Sin embargo, muchas características de algunos ecosistemas se explican por la acción de las llamas. El caso del área mediterránea es muy claro: “Hay regímenes de incendios que son sostenibles desde el punto de vista ecológico y que han moldeado la diversidad de nuestros paisajes, de eso no hay duda. Otra cuestión es que si en el paisaje pones personas y casas, puede que ese régimen de incendios ecológicamente sostenible, sea socialmente insostenible”, señala Pausas. Por eso, cuando surge un fuego en un área poblada, las autoridades deben desplegar los medios necesarios para apagarlo, independientemente de que su impacto sea positivo o no para el ecosistema.
Por el contrario, si el área no está poblada el protocolo puede ser diferente. “Habrá que evaluar la intensidad del fuego, cuándo se produjo el último incendio y cuáles son las características del suelo y las especies que lo habitan. Si no va a ser un problema para la biodiversidad, a menudo es suficiente establecer un control mínimo para que no se propague a zonas no deseadas”, explica el investigador.
El papel del fuego es complicado, pues tiene efectos negativos y positivos, dependiendo de las características del incendio y de las adaptaciones de las especies del entorno. La ecología del fuego estudia cómo han ido variando los regímenes de incendios en los diferentes ecosistemas y climas, y cómo han moldeado la biodiversidad.
Autor: Mar Gulis
Fuente: http://blogs.20minutos.es/